miércoles, 19 de diciembre de 2018

El Bienmesabe, edición N° 36

Compartimos con nuestros amables lectores el último número de El Bienmesabe, el periodiquito que, cada vez que puede -o le provoca -nos regala don Samuel Aguinaga A, secretario del Centro de Historia.
Con el desorden acostumbrado y su redacción desenfadada, esta vez, entre otras cosas, Samuel nos propone una interpretación del posible origen de nuestra fiesta de los Diablitos, próxima a comenzar, el cual remonta a los últimos años del siglo XVI, concretamente a 1598, gracias a las travesuras del portugués Damian de Silva, tercer esposo de doña Juana Taborda.
También aborda Samuel una interesante versión de por qué el gobernador Gregorio María Urreta trasladó, en 1826, la capital del departamento a la ciudad de Medellín ("Esas fueron cosas de Rosalía", dice Francisco Guisao que contestaba Urreta cuando le preguntaban por la causa de su decisión...)
Como siempre, una lectura muy agradable que registramos convencidos de que, con los años, El Bienmesabe será una fuente de consulta importante sobre la historia del siglo XX en la ciudad de Antioquia. Disfrútenla:



Aunque muy pocos de mis paisanos leen este impreso, según lo decía mi amigo Alirio Villa Garro, quien falleció el 16 de octubre del presente año, 2018, no falta quién lo mire de paso y lo comente por ser relatos breves o historias contadas que me agrada recordar y que algunas son medio conocidas por muchos. Había anunciado que escribiría antes de las fiestas decembrinas y como lo prometido es deuda, según lo dice un adagio, aquí va este Bienmesabe con información sobre los diablitos a ver si mis amigos y demás personas se animan y se disfrazan el 29 de diciembre.
Comienzo por informar que el 29 de diciembre del año pasado, 2017, se vendieron 373 fichos, pero hasta donde pude medio contar los participantes pasaron de 450 porque muchos salieron sin el ficho. Esto superó los cálculos que teníamos los organizadores y, salvo algunos pocos inconvenientes debidos al licor que tomaron los diablitos, todo salió muy bien.
Precisamente, para este año, la Junta y los organizadores vamos a hacer algunas innovaciones con el fin de mejorar esta tradicional fiesta de los antioqueños de la Ciudad de Santafé de Antioquia. Veamos cuales pueden ser:
No se cobrará el ficho, pero los que se vayan a disfrazar deben reclamarlo antes de salir para participar en las rifas que se harán una vez termine el desfile y también para saber el número de participantes.
Solicitaremos el acompañamiento de varios policías a pie y de una ambulancia del Hospital, eso sí, sin que ponga a sonar la sirena porque no dejaría oír la música.
No sobra anotar que la salida será del Coliseo del Llano de Bolívar a la hora fijada en el programa y el recorrido el mismo de los años anteriores. Una vez en la tarima que estará en la Plaza Principal se harán varias rifas como se han venido haciendo desde el 2013. Antes de salir el desfile, los diablitos bailarán unas cuantas piezas; luego de la larga caminada bailando y divirtiéndonos en todo el trayecto, descansaremos en La antigua Glorieta del barrio Buga, grato recuerdo del Gobernador José Antonio Mon y Velarde, mojón de nuestra historia de donde salen todos los desfiles que se hacen en la Ciudad; de ésta bajaremos a la Plaza Principal por la Calle del Medio. El recorrido es de casi 2 kilómetros, pero las personas que no quieran hacerlo todo pueden esperar en la Glorieta, sitio que se tiene como punto de encuentro.
SUGERENCIAS:
La Junta de Fiestas y los organizadores del desfile sugieren muy respetuosamente a los participantes no tomar licor durante el desfile para que todos disfrutemos sin problemas de la alegría de nuestras tradicionales Fiestas de los Diablitos, tal como hemos venido haciéndolo en los años anteriores. Esta es una sugerencia muy respetuosa, no una imposición o exigencia.
Igualmente, queremos que los disfrazados luzcan un bonito disfraz con sus cotizas o alpargatas en los pies, porque disfrazado con tenis o zapatillas se ve horrible; no dejar ver el cabello ni las orejas y de ser posible colocar guantes en las manos. Lo importante de un disfrazado es que no lo conozcan. En todo caso, se debe tener una excelente presentación porque los diablitos son un patrimonio de la Ciudad que debemos cuidar y conservar en las mejores condiciones posibles.
También sería bueno que salieran en grupos de dos o más para que la fiesta sea compartida y mejor aprovechada. Un disfrazado solo no disfruta lo mismo que acompañado.
Igualmente, apoyar a los organizadores para que en este desfile no se arrojen sustancias de ninguna clase y, de ser posible, formar comparsas, es decir grupos de diablitos vestidos en igual forma y salir bajo la dirección de uno de los compañeros.
Antes de seguir este escrito quiero aclarar lo siguiente: el espacio público donde antes se hacía el mercado es la Plaza Principal de Bolívar, mide casi una hectárea y dentro de ésta se encuentra el Parque Juan del Corral, según Acuerdo del H. Concejo Municipal de 1924. Por eso no menciono el parque, sino la Plaza Principal, cuando me refiero a esta parte de la Ciudad.
Sigamos:
ALGO QUE OCURRIÓ.
Cómo les parece que el 2 de octubre de este año, 2018, me invitaron a participar en la inauguración del “Festival Gastronómico El Bienmesabe”, que se hizo   en el primer piso del viejo edificio de la Gobernación de Antioquia, en Medellín. Como se trataba del nombre del árbol que vengo promocionando desde hace varios años, de uno que hay en mi casa, llevé frutos maduros y hojas para mostrarlas a los asistentes. Cuando menos pensé, dijo el Sr. Adrián Vahos, Presidente de la Corporación de Turismo de la Ciudad y encargado de la organización del acto, que seguía yo en el uso de la palabra, por lo que me subí al estrado muy asustado y hablé un poco sobre la fruta del Bienmesabe, pero  al final, para tratar de quedar bien con el público que nos acompañaba,  recité unos versos de la poesía titulada “Canas de Eternidad” de nuestro poeta Jorge Robledo Ortiz, que aunque se refiere a la iglesia de Santa Bárbara menciona el Bienmesabe.   Al comenzar a recitar gozaba sacando pecho, pronunciando despacio las palabras, valga decir con buena entonación, con voz ronca, aunque no me había tomado un traguito de ron caliente como debe hacerlo un buen declamador, y como si estuviera preparado para ello, dije más o menos así: “Iglesita de antaño, humilde Santa Bárbara/ Recostada a la gloria de un silencio frutal,/ Yo soy aquel chiquillo que recogió en tu plaza/ La piel del BIENMESABE, la sombra de las palmas,/ El juguete de un trino y el eco virreinal.
“Dinos que EL BIENMESABE aún conserva su savia; / Que los niños de ahora también pueden jugar: / Que el agua sigue fresca si es buena la tinaja/ Y que tú nos suplicas por tus siglos de canas/ Que si alzamos la mano, sea para perdonar/ Abuela de mis padres: vine a traerte un canto/ Y a recordar que un día también supe rezar”.
Al final vinieron los aplausos y yo me sentía como un rey. Creo haberlo hecho tan bien que hasta me dieron un esponjoso tamal con buena y aliñada presa, así como una arepa bien asada y bien raspada.  Siguieron algunos discursos y actuaciones y en un momento dado anunciaron la salida de los diablitos de Santafé de Antioquia y, claro, todos estuvimos muy pendientes. Comenzó la música y salieron los disfrazados; para mí los participantes se veían muy animados pero los disfraces lucían desteñidos como de unos FALSOS DIABLITOS y las máscaras parecían como de ahora cinco años o más, sin cubrir parte de la cabeza; a las mujeres se les veían los aretes, en fin, muy mal presentados. Personalmente le dije al Sr. Alcalde, allí presente, que los diablitos eran un patrimonio de nuestra Ciudad y que si no se podían sacar en buenas condiciones, mejor no se llevaran a ninguna parte y él me comentó que el público había quedado muy contento.  Yo si quedé muy inconforme porque estoy acostumbrado y me gusta mucho verlos bien presentados, tal como deben ser los diablitos de Santafé de Antioquia.
No voy a criticar lo que se hizo porque es mejor ver y callar, y eso tengo yo que todo me lo guardo sin pronunciar una sola palaba, pero en este caso sí debo decir que desde hace unos 25 años organizo los diablitos del 29 de diciembre y siempre les he exigido muy buena presentación y hasta ahora todos salen orgullosamente disfrazados con sus elegantes capirotes, pantalones de colores en bombachos, capa ancha y larga, cotizas o alpargatas y todo lo demás que conforma el lujoso y sobresaliente vestido de un diablito. Miren las fotos que hay en el muro del Hotel Mariscal Robledo o en el Museo Juan del Corral y verán que no hay forma de señalar al mejor porque todos son iguales de bonitos.
OTRA COSA SIN IMPORTANCIA COMO TODO LO MIO.
 A mis queridos diablitos les tengo un comentario que me parece bueno. Aquí va, pero comencemos por el final:
Dicen los que saben que todo en la vida es cíclico y que todo en una u otra forma se repite. Bien: en 1826, el Gobernador de Antioquia de ese entonces, Coronel Gregorio María Urreta quien tenía su sede en nuestra Ciudad, le propuso a su novia, quien residía en Medellín y se llamaba Rosalía, que se casaran y ésta le contestó que no porque ella no se iba a venir a vivir a este calor de Santafé de Antioquia. Entonces, el citado funcionario hizo todas las gestiones necesarias para trasladar la capital a Medellín lo que consiguió con su amigo el General Santander que ocupaba la Vicepresidencia de la República y se desempeñaba como si fuera el Presidente por ausencia de Bolívar que estaba en el Perú y, efectivamente, una vez allá se casaron. Con el paso del tiempo, cuando ya eran viejos, cuentan que dizque le preguntaban al exgobernador por qué había hecho trasladar la capital del Departamento a Medellín y éste respondía, mostrando su descomunal colmillo que tanto lo afeaba: “Esas fueron cosas de Rosalía…” (Tomado del libro de Francisco Luis Guisao Moreno, titulado “La Fiesta de los Diablitos y otras fiestas en la Ciudad de Antioquia”.
Pero hay más: en el mismo libro, en la página 74 se encuentra la siguiente historia: “Gobernantes y demás personalidades de la Ciudad de Antioquia estaban acostumbrados a que de los diablitos, sainetes, bundes, comparsas o testamentos de “Don Pericles Carnaval” les llegara crítica mordaz o burlesca. Ni de ellos, ni de sus sirvientes, empleados o seguidores, se esperaba una reacción violenta. Sin embargo: el 28 de diciembre de 1825 un diablito tuvo la infortunada intervención de “cantarle” (trovarle) al Gobernador Coronel Gregorio María Urreta, en la casa de éste, una falta militar no sancionada, y cometida en la lucha por la independencia. El Gobernador guardó silencio tolerante; pero un guardaespaldas suyo esgrimió un arma de fuego y le disparó al diablito, matándolo en el acto”.
Dicen que este hecho de violencia también influyó mucho para que el citado Gobernador se aburriera en nuestra Ciudad y apoyado por otras poblaciones como Medellín, Marinilla, Rionegro y Santa Rosa buscara el traslado de la capital de la Provincia.
Según el mismo libro, las anteriores consideraciones sirvieron a Bernardo Martínez Villa para que escribiera un artículo que tituló: “Por un diablito y por el amor de una dama perdió Antioquia la capitalidad”.
Como podemos deducirlo, los diablitos, han tenido mucha importancia en la vida de nuestra Ciudad y hasta tuvieron su parte en el traslado de la capital del Departamento a Medellín y han sido la fiesta principal de los antioqueños. Dice el mismo Francisco Guisao en el libro comentado que “cuando la buena o la mala suerte nos ha llevado a tierras extranjeras, por acomodados y distraídos que en ella nos encontremos, al llegar el 28 de diciembre nos entristecemos y dedicamos ese día en todas sus horas al recuerdo melancólico de nuestra Ciudad y de seguido nos preguntamos ¿Cómo estarán en Antioquia?”
En tantos años de vida de los diablitos, éstos han hecho y les han ocurrido muchas cosas. Por ejemplo, en el año 2009 escribí en el santafereño lo siguiente: “Para mí, el diablito más viejo que aún vive se llama Nino Urrego. Éste, como cuando era joven sabía el arte de la sastrería, por allá como en 1960 hizo un disfraz de militar, color verde oliva, con cachucha y la máscara que era la cara de Fidel Castro, de moda en ese tiempo debido a que había triunfado en su revolución cubana, con larga barba y tabaco habano en la boca. Fue tan impactante su figura que una vez salió a la plaza marchando, por ahí al frente del restaurante de Gerardo Macías, dos policías lo cogieron y lo metieron a la cárcel. Afortunadamente, el Dr. Guillermo Tascón Villa se enteró de lo ocurrido, fue al sitio de su detención, habló por el diablito y pasado un buen rato lo soltaron. Pocas ganas de disfrazarse le quedaron a Nino y no era para menos.”
En cuanto a las mujeres, como estábamos en una sociedad machista, se les prohibía disfrazarse, pero muchas, como lo que más se prohíbe es mejor, gozaban de diablitas y bailaban como si fueran hombres. Del siglo pasado recuerdo mucho a Sayo Arboleda y a Mercedes Carvajal.
Ya se me está olvidando lo que les quería contar. Yo confieso ante vosotros diablitos que no me distraeré más. Vamos:
Hace 113 años, o sea que esto ocurrió en 1895, estaban los diablitos de ese tiempo preparando sus hermosos y coloridos disfraces para salir a caballo el 28 de diciembre desde las tres de la mañana porque   ese año, el día 27 era la inauguración del Puente de Occidente y el 28 tenían la visita en la Ciudad del Sr. Gobernador del Departamento, su esposa y demás integrantes de su comitiva. No podían estar mal presentados como estuvieron en Medellín en la fecha que ya comenté y que no quiero volver a recordar. El saber que los diablitos en ese tradicional y esplendoroso día eran el centro de la fiesta, le movía el piso a cualquiera de los que acostumbraban disfrazarse y había que echar la casa por la ventana para quedar muy bien. Además, los antioqueños de ese tiempo tenían lo que ahora no tenemos: mucho amor por la Ciudad y por las celebraciones que se hacían en su tierra: su querida Antioquia o Santafé de Antioquia, ni sé cómo es que se debe decir, porque la Honorable Asamblea de Antioquia, de hace varios años, nos trabó nuestra identidad.
Esto me está quedando bueno, pero como me emociono mucho, de nuevo comienzo a envolatarme. Les había dicho en otro Bienmesabe que el Puente de Occidente fue inaugurado el 27 de diciembre de 1895 y que creía que esto se había hecho para que el Sr. Gobernador del Departamento y su comitiva estuvieran en nuestra Ciudad el 28, día clásico de los diablitos.
Pues bien, la cosa fue y no fue tan así ¿Saben qué fue lo que ocurrió? Pues que la señora del Gobernador de ese tiempo, que se llamaba María de Jesús Valenzuela, era de aquí de Santafé de Antioquia, se había ido a vivir a Medellín hacía muchos años y quería estar aquí  el 28 de diciembre, acompañada de su esposo que era nada más ni nada menos que la primera autoridad del Departamento y por eso deduzco que le solicitó que la inauguración del puente la hiciera el 27 de ese mes para el 28, día especial de los diablitos, disfrutar observando el espectáculo y darse su champucito ante sus amigas y paisanos en la vieja Ciudad de sus mayores. Todo lo consiguió y ahí nos dejó la historia para agregarla a la que ya hemos venido escribiendo.
Conclusión: como lo decía nuestro Profesor Don Julio Ochoa Vélez, en todo lo que ocurre de importancia, encontramos de por medio una mujer. En el caso nuestro, vemos su intervención en el traslado de la capital del Departamento a Medellín y en la inauguración del Puente de Occidente.
Ese Gobernador, esposo de nuestra paisana y que le correspondió recibir el Puente de Occidente se llamaba Julián Koch Bayer y era oriundo de Riosucio (Caldas), donde celebran las fiestas del Diablo, muy distintas a las nuestras. Lo de que la Sra. María de Jesús Valenzuela era de Santafé de Antioquia lo encontré en el libro “Gobernantes de Antioquia”, página 444, de la Academia Antioqueña de Historia. El que diga lo contrario que lo pruebe.
Bien: Pasó lo que les quería contar y ahora les comentaré lo siguiente: Este año tenemos un problemita con la pasada de los diablitos a caballo por la Plaza Principal y entonces los organizadores del 28 de diciembre le enviamos al Sr. Alcalde el memorial que a continuación transcribo:

Santafé de Antioquia, noviembre 27 del 2018.

SR.
SAULO ARMANDO RIVERA FERNÁNDEZ
ALCALDE MUNICIPAL.
LA CIUDAD.

Con el mayor respeto, nos permitimos exponerle lo siguiente:
Sin que pueda precisarse el año  y sin que aparezca en ningún documento histórico, se ha dicho que desde los  tiempos de la Colonia Española en América, pasados algunos años de iniciadas las fiestas decembrinas de Santafé de Antioquia, los disfrazados de diablitos comenzaron a salir a caballo de las playas del rio Tonusco a las tres o cuatro de la mañana del 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes y se convirtieron en parte tan importante de esos regocijos, que con el paso del tiempo, las que antes se llamaban Fiestas de Cañas, comenzaron a llamarse Fiestas de los Diablitos y con este nombre fueron declaradas oficialmente como las fiestas de nuestra Ciudad en 1653 por el Gobernador de la Provincia de Antioquia de ese entonces.
De la mitad del siglo pasado para acá, los disfrazados a caballo han venido en franca decadencia, por lo que los firmantes de este escrito y el Sr. Augusto Carvajal, quien se encuentra ausente, desde el año 2016 venimos promocionándolos y organizándolos para que esta parte de las fiestas no se acabe en presencia de nosotros.
 En reunión que se hizo el 20 de noviembre en la Oficina de la Secretaría de Educación, se nos informó de la dificultad en que se encuentra la Administración Municipal para permitir este año el paso de los diablitos a caballo por la Plaza Principal por estar recién remodelada y porque se está tratando de sacar del casco urbano los caballos con los que sus propietarios trabajan en el Parque de La Chinca y se desplazan por el Centro Histórico.
Sobre lo anterior queremos dejar muy claro lo siguiente:
Todos estamos de acuerdo que se organice el Centro de la Ciudad y que el espacio público, que en su totalidad es para el disfrute de la comunidad, se deje libre de estos animales que obstaculizan el movimiento de los ciudadanos y con sus excretas ensucian el piso y mantienen la parte donde los ubican en desaseo. Nuestra Plaza Principal y los parques no son para tener animales trabajando en el transporte de niños o adultos. Otros deben ser los sitios para esta clase de diversión.
En cuanto al paso de los disfrazados a caballo por la Plaza Principal, debe tenerse en cuenta que ésta es una tradición que tiene más de 400 años, porque según estudios recientes parece que en nuestra Ciudad nacieron los diablitos a caballo en 1598  con el Portugués Damián de Silva a la cabeza, quien por esos años pagaba condena de destierro y para poder disfrutar de las fiestas decembrinas sin ser conocido por las autoridades, decidió disfrazarse a caballo con varios de sus compañeros y desde entonces los disfrazados han corrido en sus semovientes con sus máscaras de papel, sobresalientes capirotes y anchas y brillantes capaz el 28 de diciembre de cada año por todo lo que es  el Centro Histórico de la Ciudad.
Igualmente, debe observarse que los diablitos a caballo pasarán por el viaducto por donde transitan los carros, esto es, por uno de los extremos de la plaza sin detenerse, de modo que solamente se demorarán máximo tres minutos para recorrer esa cuadra y mostrarse al público que allí los espera para admirarlos, distinto a lo que hacen los que tienen sus caballos de trabajo que pasan horas en un mismo sitio aguardando los clientes para prestarles sus servicios.
Toda norma tiene su excepción y en este caso los diablitos a caballo, por tradición histórica, son la excepción.
Por lo anteriormente expuesto, le solicitamos muy respetuosamente al Sr. Alcalde Municipal, permitir el paso de los diablitos a caballo por la Plaza Principal el día 28 de diciembre del año en curso, tal como al parecer han venido haciéndolo en los más de cuatro siglos que tienen de estar alegrando nuestras fiestas de final de año.
Del Sr. Alcalde, muy atentamente,
GERARDO VILLA GARRO                                        PACHITO FERNANDEZ GÓMEZ.
                                                 Samuel Aguinaga A.

Pensaba dejar esto hasta aquí para no revolver lo de los diablitos con otras cosas, pero mejor sigamos recordando el pasado y a mi amigo que me criticaba tanto por querer escribir El Bienmesabe sin saber hacerlo, con lo siguiente; en un municipio cercano a esta Ciudad, donde trabajó Alirio Villa de secretario del Juzgado, hace ya más de 40 años, nombraron un juez con problemas mentales. Ante esta situación, el Sr. Personero Municipal dirigió un telegrama al superior inmediato en el que le decía: “Por favor, cámbienos de loco”. La entidad nominadora, luego del juicioso estudio que ameritaba el caso, nombró una jueza que, coincidencialmente, también era loca. Entre otros hechos recuerdo que varias veces que vino a mi casa aquí en Santafé de Antioquia, no dormía ni dejaba dormir e insistía a mi señora para que le hiciera una trenza bien larga y gruesa sin tener el cabello largo y suficiente para hacerle ese peinado.
Sigamos a lo bien hablando de   LOS DIABLITOS DE SANTAFÉ DE ANTIOQUIA.
Nadie sabe exactamente en qué año, por quién ni por qué razón se iniciaron los llamados Diablitos en nuestra Ciudad.
El Dr. José María Martínez Pardo, quien escribió mucho sobre nuestras fiestas por allá en 1870 dice que averiguar el origen de la costumbre de los diablitos en Antioquia no le ha sido posible; que ella viene de más allá de mediados del siglo antepasado, esto es, de antes de 1650 y se pregunta si puede ser una parodia del festival de Roma o del carnaval de Venecia.
Se ha dicho que, a finales del Siglo XVI, concretamente entre 1570 y 1580 se iniciaron en esta Ciudad de Antioquia unas fiestas decembrinas que se hacían a continuación de las de la Inmaculada Concepción que terminaban el 15 de diciembre y se prolongaban hasta el 31 del mismo mes. Igualmente se tiene información en el sentido de que comprendían toros, bailes, riñas de gallos, carreras de caballos, juegos de azar y otras diversiones, pero no se menciona que participaran disfrazados con el nombre de Diablitos.
Sobre los disfrazados de diablitos, luego de leer un poco el libro “Antioquia bajo los Austrias”, me permito exponer lo siguiente:
En 1540 nació en Lisboa (Portugal) Damián de Silva, persona de noble linaje, pariente de otro noble llamado Ruy Gómez de Silva, la persona a quien más quería Felipe II, hijo del Emperador Carlos V. quien fue Rey de España. Dice el libro que vengo comentando, “que después de su padre, Ruy Gómez de Silva era la persona que tenía sobre el príncipe “una influencia quieta” que penetraba por el punto de menor resistencia aprovechando la única y gran confianza de Felipe. Que como siempre estaba con Don Felipe en todas partes y que cuando aquel después de enviudar fue enviado a Bruselas por el Emperador, salían ENMASCARADOS a divertirse junto con el duque de Saboya…”
 Coincide lo anterior con el hecho de que desde 1459 se celebran en Bruselas (Bélgica) las fiestas de la cerveza y en ellas se disfrazaba la gente a caballo.
También dice que Damián de Silva vivió en la Corte de Portugal y que más adelante fue muy estimado en la Corte de España donde era tenido por hombre noble de su patria.
En 1573 casó en la Ciudad de Tunja con la señora Juana Taborda, quien hacía poco tiempo había llegado de Santafé de Antioquia a residir a dicha Ciudad con sus tres hijos y su esposo Fernando de Zafra Centeno, éste último falleció a los pocos días de su llegada. Éstos fueron los padres de María Centeno, la mujer que fue líder en la minería en Antioquia. Luego del matrimonio con el Señor de Silva, su tercer esposo, regresó la señora Taborda con su cónyuge e hijos a Santafé de Antioquia donde tenía inmensa fortuna. El Sr. Damián de Silva no poseía bienes, pero tuvo que encarar muchos pleitos y sufrir destierros y encarcelamientos por defender los de su esposa, que algunos querían arrebatarlos y también por su manera de ser, digamos que muy travieso, intrépido, que no le temía a nada.
Encontramos, entonces, en la pág. 154 del libro citado, que el Señor de Silva estuvo en la cárcel de Bogotá, entre otras, desde agosto de 1595 hasta junio de 1596, cuando salió a cumplir la sentencia que lo condenó a 5 años de destierro de la Corte, es decir de Bogotá, con cinco leguas a la redonda, pena que se le conmutó para pagarla en la ciudad de Santafé de Antioquia a la misma distancia y por el mismo tiempo, como quien dice cuatro años de destierro que le faltaban.
Don Damián salió de Bogotá para Santa Fe de Antioquia el 8 de agosto de 1596 a cumplir la sentencia, así que terminaría de pagar el 8 de agosto de 1600.
 A continuación, transcribo la página 155 del citado libro: “De Mariquita se regresó Silva a la ciudad de Santafé de Antioquia, pero cuidándose muy bien de aparentar no entrar en ella para cumplir con lo ordenado por la Real Audiencia, por lo que se aposentó en “una casilla o rancho de los indios de su encomienda a la orilla del río Tonusco a 200 pasos de las casas de la ciudad”. Sin embargo, según parece, quebrantaba el destierro permanentemente, al decir de Alonso de Rodas “haciendo banquetes y paseando en la plaza y calles, públicamente asistiendo en los toros y fiestas que en aquella ciudad hubo en aquella época… ” Como podemos ver, hasta este año 1597, no se mencionan en las fiestas decembrinas disfrazados. Se informa sí, que don Damián estuvo en las fiestas de ese año, aunque estaba pagando pena de destierro.
TENEMOS LO SIGUIENTE: A los negros e indios que había en la Ciudad en aquellos tiempos no les era permitido participar en las fiestas. Los españoles y criollos no tenían necesidad de disfrazarse porque no tenían problemas con la autoridad y muy posiblemente ni siquiera conocían de esta clase de diversión. El que no podía mostrarse mucho porque estaba pagando condena de destierro era Don Damián de Silva, amigo de la alegría y el regocijo, por lo que no es extraño que para participar a escondidas, haya recurrido a la antigua práctica de su familiar en Bruselas y también para burlarse de los integrantes de la autoridad con los que tenía problemas. Muy posiblemente comenzó a disfrazarse a caballo con varios de sus amigos en 1598, por lo que en ese año, pienso que nacieron los disfrazados con sus máscaras, capirotes, capas, alpargatas y demás atuendos cubriendo sus cuerpos para que nadie los conociera. Esto era lo importante: que por ningún descuido los conocieran.
En cuanto al nombre de Diablitos, es posible que lo hayan usado los primeros disfrazados dándole el significado de Negrito Travieso. Don Damián se había criado en la Corte de Portugal, estaba acostumbrado al buen vivir, sabía de la diversión con máscaras y disponía de dinero, caballos y demás bienes de fortuna de su esposa; era orgulloso y no iba a salir mal presentado.
 Esta novedad de disfrazados, muy posiblemente continuó durante los años siguientes en que estaba pagando su pena de destierro y al cumplir el tiempo de condena, ya los disfrazados eran parte  de las fiestas decembrinas, por lo que continuaron saliendo el 28 de diciembre día de los santos inocentes y fueron tan impactantes, que las fiestas decembrinas pasaron a llamarse y aún se llaman fiesta de los Diablitos y con este nombre fueron oficializadas en 1653 por el Regidor Don Manuel de Benavides y Ayala. Las cosas importantes las hacen hombres importantes.
Los disfrazados a pie vinieron después de la libertad de los esclavos, valga decir, pasado el año de 1851, cuando a los negros y esclavos se les reconoció la libertad y algunos tímidos derechos, pero como la pobreza económica de esta clase social se acentuó más al quedar sin la protección de un amo rico, escogieron el 29 de diciembre para disfrazarse a pie. Aprendieron a hacer sus máscaras de papel y usaban la tela más barata: satín, que es la misma con la que vestían a los apóstoles.
Cómo sería la pobreza de aquel entonces que ya pasados muchos años de la libertad de los esclavos, durante el tiempo en que construían el Puente de Occidente, entre 1888 y 1895, muchos niños del caserío Goyás se venían por la mañana a ver trabajar en la construcción del Puente de Occidente, procurando al máximo que los trabajadores no los vieran porque andaban desnudos. Ni sigamos...
En cuanto a la palabra Diablito debe dársele el significado de negrito travieso y muy posiblemente comenzó a mencionarse desde la salida de los primeros disfrazados.  Efectivamente, para este caso, nadie más travieso en su tiempo que Don Damián de Silva, quien era un hombre andariego, festivo, buena vida, jugador, mujeriego y que mantenía impacientes a las autoridades con sus pleitos y denuncias que casi siempre les ganaba. Este señor había llegado de España y allá murió en 1608.
Lo que dejo expuesto es un conjunto de hechos coincidentes que me llevan a deducir algo que no está históricamente registrado en ningún libro o anotación oficial. Queda así planteada la hipótesis o teoría que presento sobre la aparición de Los Diablitos en nuestra Ciudad en el año 1598; la razón fue la necesidad que tenía un hombre importante y travieso de participar en las fiestas decembrinas y el nombre del personaje que bien pudo comenzarlas fue  Damián de Silva.
Nuestras fiestas han tenido muchas innovaciones, por ejemplo: hasta el año 1973 no había desfile de apertura el 22 de diciembre. Simplemente se iniciaban las fiestas con los toros que se hacían ese día. Pero en 1974, si mal no estoy, un alcalde llamado Baldomero, no recuerdo su apellido, pero me parece que era Otálvaro mandó a hacer un bohío a Dabeiba y el 22 de diciembre de ese año hizo el primer desfile de la Glorieta a la Plaza Principal con ese bohío y ahí se comenzó con los desfiles del 22 de diciembre. Luego se le agregó la tirada de maicena y todo lo demás. 
Ahora sí, para no volverme tan cansón con lo de los diablitos y para que este impreso no quede  como tan recortado agreguemos algo del Santafé de Antioquia del pasado cercano, pero no de lo malo sino de lo bueno, de lo que yo conocí y de lo que me han contado; de pronto puede  interesar a alguien  que le agrade la historia contemporánea de la Ciudad.  
Corría la década de 1950. En días de semana, a excepción de los viernes y los sábados, esto es, la víspera y el día de mercado, la Plaza Principal era muy sola y llena de silencio pues no había carros ni equipos de sonido en movimiento. En las horas de la mañana, al frente del edificio de la Alcaldía, en ese tiempo revocado todo en cemento sin pintar y sin balcones, debajo de un árbol grande de mamoncillo que estaba delante de su puerta principal de entrada, como a unos 10 ó 15 metros del borde de la acera, todo lo que había era unos pocos toldos de carnicería con sus dueños, unos cuantos compradores del producto, perros callejeros y gallinazos listos a sacarse la carne de las bateas de madera en que se acostumbraba mantenerla para no guindarla toda en ganchos metálicos.
En frente de la casa de Misiá (así se decía en esa época) María del Rosario Arrubla, en lo que es hoy el Hotel Caserón Plaza, todos los días de la semana, hasta las doce del mediodía, había un grupito de señoras y unos cuantos señores que vendían verduras, guineos, bananos verdes, yucas, tomates, cebollas, ahuyama, cidras, arracachas, fríjoles, etc., sobre sucios costales extendidos en el piso empedrado en tierra,  así como también en canastas que colocaban encima de cajones de panela y en muy poca cantidad, arepas de callana, empanadas y pasteles de carne que hacían y traían de algunas casas para venderlos a los que participaban en ese mini mercado.    
En términos generales, el ambiente de la gran plaza de la Ciudad de Santafé de Antioquia era de continua y angustiosa soledad.
 Antes de 1948, los pocos carros que por aquí transitaban rumbo a Occidente venían por el Puente de Occidente, llegaban al Llano de Bolívar y pasaban retirado del centro por la llamada hoy  Carretera Vieja. Entonces las autoridades de aquí solicitaron abrir la carretera por donde está el Liceo San Luis Gonzaga para que todos los vehículos entraran a la Plaza Principal y le dieran un poco de movimiento comercial. Efectivamente, en El Llano de Bolívar, en la esquina donde hoy está el negocio Mariangel se hizo el desvío y se pusieron unos postes en lo ancho de la carretera que había primero y los carros comenzaron a entrar a la plaza donde no había siquiera un negocio que vendiera tinto.   
Los camiones escaleras, que eran los que transportaban pasajeros iban hasta Frontino y Dabeiba y como salían muy temprano de Medellín o de la población donde habían llegado el día anterior, pasaban por la plaza de nuestra Ciudad antes del mediodía.
La tercera parte de lo que hoy tiene de largo todo el local donde funciona el Restaurante El Pielroja, con el frente que da a la Plaza Principal, lo compró Pedro Macías en 1950 por $ 4.000; después adquirió del mismo vendedor, Donato González, los otros dos locales que estaban por la calle 10, cada uno a $ 4.000, según me lo contó Fabio Vargas Castañeda, más conocido como Frasquito quien hoy tiene más de ochenta años de edad. En ese primer local que era muy pequeño, antes había una tienda y, una vez lo adquirió Pedro, comenzó a vender a los pocos conductores y pasajeros de las jaulas y camiones-escaleras que iban para Urabá o que venían de esa región para Medellín, carne (como en troncos) de cerdo frita con arepa, avena, café con leche, papas rellenas y empanadas. Nada de platos de comida como se hace hoy en este restaurante. En el Bienmesabe Nro. 17 dije más o menos que esos locales y otros vecinos se quemaron en 1960 y entonces Pedro, aconsejado por el oficial de construcción Alfonso Vargas, más conocido como Cocorote, unió sus tres locales en uno solo como hoy se encuentran. Todos tenían sus puertas de madera y, obvio, se quemaron. Se comenzó la restauración o reconstrucción de techos, se hicieron nuevos servicios sanitarios, nueva cocina, en el interior del local de enseguida que era un portón grande que Pedro también había comprado a Julio Ocampo en $ 3.000, situado en la carrera 9 Nro. 9-82 pero cuando llegó a lo de las puertas estaba escaso de dinero y entonces verbalmente solicitó permiso al Sr. Alcalde de ese entonces para colocar provisionalmente unas rejas metálicas, que eran mucho más baratas mientras reunía dinero para mandar a hacer las puertas de madera que eran grandes, gruesas y muy costosas. Por considerar la situación económica de Pedro, quien había perdido todo en ese incendio, el Sr. Alcalde aceptó que provisionalmente pusiera las rejas metálicas, y vea, esto hace 58 años que ocurrió y todavía no se han colocado las puertas de madera en cumplimiento del compromiso adquirido. Las rejas metálicas que se le colocaron y que todavía están ahí fueron compradas por Pedro Macías a la Lavandería Central en Medellín, según me lo contó Juan Carlos Hernández Rueda, actual Administrador del restaurante El Pielroja.
 Aquí en Santafé de Antioquia no se puede creer en cosas provisionales porque todo se convierte en definitivo o tradicional. Por eso, ese sector se observa deslucido por no decir feo, en contraste con buena parte del resto de locales de la plaza principal y en contra de la normatividad que regula los monumentos históricos como lo es nuestra Ciudad. De esto no hay nada en los archivos del Municipio donde estuve buscando, porque era un permiso tan provisional y por tan poco tiempo que ni siquiera ameritaba una resolución.
Es posible que los que hoy son propietarios de esos locales, en un acto de amor por la Ciudad si se les cuenta la historia, quieran ver esta parte de la plaza   como era antes de 1960, por lo que considero que vale la pena hablar con ellos a ver qué se consigue. Ya el problema sería conseguir el permiso con la Oficina de Planeación porque los actuales jefes de esa dependencia no conocieron cómo eran las puertas en ese tiempo. Mejor ni hablemos. Esto sería, como decimos ahora, un camello.
Las pocas personas, unas 3 ó 4 que vendían frutas a los pasajeros, lo hacían en la calle al frente del restaurante El Pielroja donde paraban los vehículos, sin toldos, únicamente con la muestra en las manos y el resto en el costal que se llevaba sobre el hombro o colocado en el piso. Sabían que el camión escalera que venía de Dabeiba era el último que pasaba y que en éste tenían que hacer la mejor venta o, de lo contrario, sus productos se quedaban hasta el otro día y muchas veces amanecían estropeados y ya era difícil venderlos.
La abundancia de frutas en las fincas cercanas al casco urbano servía como fuente de empleo a buena parte de la población de la Ciudad, pues había que cogerlas, empacarlas en costales, traerlas en bueyes a la oficina del Transporte, llevarlas a Medellín y comercializarlas en esa Ciudad. Coger frutas de encumbrados árboles era un trabajo muy bien remunerado y muchos se ganaban la vida haciéndolo. De tantos que conocí al que más recuerdo es a uno que le decíamos Luis el Catequisto, por haber sido catequizado y traído con su mamá y sus tres hermanas por las Misioneras de la Madre Laura de por allá del Corregimiento Nutibara. Ese grupo familiar vivió recién llegado muy cerca de mi casa. Con gran dominio de su arte, el Catequisto se desempeñaba muy bien, con lazos y un largo garabato se colgaba a coger frutas en los extremos de los frondosos árboles. Falleció hace menos de tres años, cuando comenzaba a disfrutar la pensión de jubilación que le llegó por sustitución al morir una de sus tantas compañeras que con facilidad conquistó por ser considerado por las damas de su clase como un hombre atractivo, relajado e interesante.
Sigamos porque ya me metí por donde no es y al final no voy a escribir lo que quiero. Vamos: Por aquellos años de la década de 1950, los Alcaldes eran muy exigentes y les gustaba mucho ver la Ciudad bien presentada; constantemente salían por los barrios, sin escoltas porque no se usaban a revisar que no hubiera basuras, huecos o aguas corriendo en las calles. En cuanto a la Plaza Principal, aunque no venía nadie a visitarnos, tenía que estar barrida, limpia y sin toldos a partir de la una de la tarde, así que los carniceros, los vendedores de verduras y de frutas, aunque no ocupaban un lugar de manera permanente, la desocupaban antes del mediodía. Al otro día, muy por la mañana, volvían a armar los toldos o a extender sus costales sobre el piso empedrado para colocar allí sus artículos que ofrecían en venta.
Ahí fue cuando, según me lo contó Oscar Uribe, más conocido como kilómetro, Don Juan Evangelista Restrepo, negociante del fríjol llamado Guasabro, que era de una calidad tan especial que hasta dicen que en buena cantidad de bultos se exportaba por Barranquilla, solicitó permiso al Sr. Alcalde para dejar los viernes en la plaza principal armado su toldo para comenzar sus ventas en la madrugada del sábado, lo que le fue concedido y entonces otros también instalaron los suyos y se inició el desorden que casi no llega a su fin, como lo expuse en otro Bienmesabe, cuyo número no recuerdo.
Más adelante, a mediados de la década de 1960, Don Octavio Legarda instaló un kiosco sobre el andén de cemento de unos dos metros y medio de ancho que bordeaba el parque Juan del Corral, en todo el vértice oriental del mismo, frente a la Catedral, donde vendía comestibles y por fuera de él frutas a los pocos viajeros que de pronto se bajaban del carro a dar una vuelta por la plaza. También comenzó su venta de pulpas de tamarindo la Sra. Juana Tallo y un señor que llamaban con el apodo de Manizales inició la suya en un toldito de frutas. Para mí estos fueron los iniciadores en la Ciudad,  de la venta de frutas en toldos, los que muy despacio, uno por uno, fueron aumentando.
Todo en ese tiempo era quietud; los días y los años daban la impresión de ser larguísimos y nadie tenía dinero, visión ni iniciativa para el negocio. Con la pavimentación de la carretera de Medellín hasta aquí a mediados de la década de 1970 y por la propaganda que a la Ciudad le hacían en el periódico El Colombiano y otros medios de comunicación, en la década de 1980 comenzaron a llegar los fines de semana, algunos carros con paseos de escuelas y más adelante los llamados turistas que venían a pasar la noche dado que Medellín quedaba muy lejos por la subida a Boquerón  y entonces otras personas con necesidad de trabajar, también iniciaron la venta de frutas en toldos que fueron armando sobre el piso de la Plaza, alrededor del andén del Parque Juan del Corral.
Con el movimiento político conocido con el nombre de la ANAPO en 1970 llegó el desorden total a la Plaza Principal: se dejaron instalados allí día y noche los toldos del mercado y se colocaron otros para cocinar y vender alimentos y, obvio, también quedaron los de las frutas alrededor del parque Juan del Corral. A todo esto le comenzaron a aplicar política y muchos consiguieron un puesto en este espacio con el voto que sufragaban en favor de un concejal. Llegó la elección popular de Alcaldes en 1988 y todo empeoró porque vinieron las promesas de acomodar más gente allí a cambio de votos por los candidatos a la Alcaldía y al Concejo Municipal.
Esos toldos fueron traídos para la nueva Plaza de Mercado recién inaugurada por el Sr. Alcalde Municipal de ese tiempo, Dr. William Rivera Bran, pero luego él mismo los regresó a la Plaza Principal, sin que yo pueda decir la razón que tuvo para hacerlo, y ahí fue cuando se creció más el problema, porque aumentaron los vendedores de frutas.   
Dejemos hasta aquí para que algunos de mis amigos no brinquen y digan que yo escribo muy largo. ¡Hasta el próximo año!

sábado, 15 de diciembre de 2018

Homenaje a Julio Vives Guerra
Episodio 1: ¿Por qué la Casa Negra se llama así?

Periodista, poeta, cronista... Sin lugar a dudas, Julio Vives Guerra, seudónimo más conocido de José Velásquez García, es el escritor más grande que ha dado la ciudad de Antioquia. 

En Gestas de la mi cibdad, Vives Guerra nos cuenta por qué la Casa Negra, actual sede de nuestro centro de historia, y casa en la que él creció, recibe este nombre. Damos inicio con este vídeo podcast a una serie en homenaje a nuestro escritor.

Se puede acceder a él haciendo clic aquí.

La Casa Negra