Ponencia presentada por nuestro miembro correspondiente, doctor Jairo Casas, el mes de abril pasado, en la Academia Antioqueña de Historia. (Puede hacer clic en la imagen para ver la ponencia.)
miércoles, 30 de mayo de 2018
domingo, 6 de mayo de 2018
Diálogos con Julio
Una nueva crónica de Samuel Aguinaga, en El Bienmesabe (extraída de http://santafedeantioquia.net, a quien agradecemos.). Esta vez nos cuenta de sus diálogos con don Julio Duque, quien fuera protagonista y testigo de muchos hechos ocurridos en Santa Fe de Antioquia durante el siglo XX. Pasen un buen rato, leyendo a Samuel.
DIÁLOGOS CON
JULIO
“La cultura no se vende, se regala”
Por: Samuel E. Aguinaga Alcaraz, en El Bienmesabe.
Continuación de los DIÁLOGOS CON JULIO, en el que
viene contando cómo se inició en el estudio de la electrónica y lo de la
emisora y otras cositas.
JULIO – En el mes de junio de cada año, celebraban
en el colegio con mucha pompa la fiesta de San Luis Gonzaga. Un hijo de Don
Carlos Herrera, que se llamaba Bernardo Herrera, tenía una emisora local desde
comienzos de los años veinte e iba a instalar sus equipos para transmitir la
fiesta que era: rosario, misa, predicación y de todo eso como ocho días a ese
golpe. Esto fue en los años 30 del siglo pasado. Un día la emisora no
funcionaba y el que la manejaba luchaba y luchaba y nada. Yo me acerqué, miré
bien y logré ver que había un cable zafado y entonces me fui a la casa, busqué
un cautín que días antes me había regalado mi tío Toño Duque para hacer
soldaduras a ciertos aparatos de luz, cogí un poco de soldadura que tenía con
el cautín y me vine para el colegio. Llegué y sin decirle nada a nadie soldé el
cable en el puntico donde vi que había estado pegado y luego le dije al que
estaba arreglando el equipo que lo prendiera, lo prendió y de inmediato comenzó
a sonar el ruido del volumen. Eso se volvió una admiración y yo me consagré, o
mejor dicho, me consagraron como un sabio en electricidad. De ahí en adelante,
yo tenía que estar pendiente de los equipos eléctricos cuando transmitían
sermones o procesiones como la del Corpus Cristi y otras. Más adelante me matriculé
en las escuelas internaciones y mandaba la plata y de allá me mandaban las
lecciones para aprender electrónica, porque por aquí ya había radiecitos,
pero se dañaban y no había quién los arreglara.
Yo hice muchas cosas de joven bregando a solucionar
los problemas a la gente necesitada, por ejemplo, tuve un proyector de cine y
daba cine en la pared del interior de esta casa. El que salía a anunciar las
películas era este muchacho que ya murió que lo llamaban El Borracho, el hacía
el anuncio con una cartulina enrollada para que la voz saliera más fuerte,
de medio día en adelante salía de esquina en esquina anunciando la película del
día. Recuerdo que ese muchachito era más malgeniado que el mismo Diablo, pero
yo lo corregía y no decía nada. Cuando ya fue mayor fuimos buenos amigos y
siempre guardaba un respeto único por mí.
SAMUEL – Julio: ¿y de fotografía qué?
JULIO – Pues que aquí había un problema muy grande,
porque la gente bien pobre y para sacar la cédula o la libreta militar tenía
que ir a retratarse a Medellín. Entonces yo me conseguí una máquina de
retratar de esas que eran con trípode y que tenía que utilizar una
ponchera con agua y uno tenía que cubrirse con una manta todo el cuerpo
desde la cabeza y luego revelar el rollo, con el fin de que la gente se
retratara aquí mismo y no le saliera tan caro el retrato. Aquí no había plata,
hombre… Samuel –ya me lo contaste, Julio, ya me lo contaste- y a
mucha gente yo la retrataba y no le cobraba, porque para qué si sabía que no
tenía con qué pagar…
Es que mi papá, no sé por qué, tal vez por
cuestiones de negocio, era amigo de un señor de apellido Oduperli, me parece
que era, el que tenía en Medellín un taller y ahí mismo un almacén de esos
artículos de fotografía. Eso quedaba en el centro de Medellín y el Viejo me
llevó allá y me presentó a ese señor y el mismo día el señor este me mostró
todos los pasos que había que tener en cuenta para retratar a una persona. Me
mostró máquinas, la forma de revelar las fotos y todo, todo. Entonces más adelantico
compré la máquina y las cosas se me facilitaron porque ya tenía donde comprar
todo lo necesario como papel y ciertos líquidos para revelar el rollo. Comencé
y al principio las cosas no salían muy bien, pero con el tiempo fueron
mejorando y yo era el único que retrataba aquí, sin que se me ocurriera
retratar calles, callejones o casas. De esas cosas que no me dio por retratar
nada. Por eso no tengo fotos de la Antioquia que conocí de niño.
SAMUEL – Julio, ¿vos te acordás de un señor
Juanocho que vivió aquí en Antioquia, ya siendo muy de edad y que tenía una
pieza en su casa donde trabajaba la fotografía?
JULIO – Sí hombre. Juanocho trabajó aquí la
fotografía por allá en los años sesenta. Me contó que cuando era joven vivió en
Inglaterra y que se aburría mucho allá, porque para todo era un ritual muy
cansón. Que por ejemplo para ir al comedor a tomar algún alimento tenía que
presentarse bien vestido y de moño o corbata o de lo contrario era mal visto
por los de allá.
SAMUEL – Ese señor se llamaba Juan Ochoa y
recuerdo que era de genio dócil y amable y tenía su gracia cuando hablaba.
Decía sufrir del corazón y en una ocasión presintió que su muerte estaba muy
cerca y entonces cogió la máquina de retratar y la limpió bien, la envolvió en
papeles muy finos de esa época, la amarró con un cáñamo y la guardó. Igualmente
guardó la manta con la que se cubría el cuerpo cuando tomaba las fotos, la
ponchera y demás implementos de su trabajo y cuando la señora que llamaba
Matilde le preguntó que porqué hacía eso, le respondió que porque ya se iba a
morir. Yo trabajaba en la Casa Negra en el Juzgado de Menores y ahí cerquita
vivía él y su esposa, en la casa donde hoy vive el Notario. Cuando ya tenía
todo bien guardado apareció un policía y le dijo que tenía mucha necesidad de
que lo retratara para mandar esa foto con otros documentos al Comando de la
Policía de Medellín. Juanocho le dijo que ya él había guardado todas esas cosas
de la fotografía porque se iba a morir y que por nada iba a volver a soltar
todo eso para tomar una foto. El Policía le insistió tanto que tenía que llevar
ese retrato urgente y en fin, lo jodió tanto que al final Juanocho aceptó abrir
la pieza donde tenía todos esos implementos. Soltó la máquina y bueno, retrató
al policía y de inmediato se puso a revelar el rollo. Al otro día vino el
policía a reclamar la foto, Juanocho se la entregó y tan pronto la tuvo en
la mano dijo: ¡Noooo, pero ese no soy yo! ¿Eso tan feo? Yo no recibo ese
retrato ni se lo pago… A Juanocho le dio rabia y le dijo: — Eso es lo malo
que usted vino ayer como un policía a retratarse y quiere salir en el retrato
como un General… Yo no puedo hacer milagros aquí… Al policía le dio tanta
rabia, que de inmediato lo cogió del brazo y se lo llevó para la cárcel. En ese
tiempo los abusos de la autoridad eran el pan nuestro de cada día. Como era un
hombre con buenos amigos, de inmediato la gente le contó a Don Alberto Martínez
y éste fue donde el alcalde y ahí mismo lo dejaron libre.
JULIO – Sí, ese señor era gracioso. ¡Ah … y
vos no te acordás lo que ocurrió en la salina de Alberto Martínez…!
SAMUEL –No Julio, no recuerdo... –Ah, pues que Alberto era muy buen charlador y
se inventaba algunas cosas que ni el Diablo… por ver qué decía Juanocho,
una vez le dijo: ¡Juanocho, el Papa dictó un decreto diciendo que ya no es
pecado hacer el amor por fuera del matrimonio…! ¿Qué opinás vos de eso? Y
dijo Juanocho:– ¡A buena hora viene a dictar ese decreto, cuando yo ya no
puedo hacer nada… !
SAMUEL — Hemos tenido en nuestra Ciudad personas muy
graciosas como Pachito Cardona, ese que vino de policía y aquí se quedó… decía
cuando se emborrachaba que tenía una finca con ríos que nacían y morían en
la misma finca, con más de quinientos mayordomos, tigres y leones, etc. A ese
Pachito el superior que era un teniente le llamó la atención porque en los
últimos cinco años no había metido a la cárcel ni a una persona. Le dijo que no
justificaba el sueldo que se ganaba y entonces Pachito salió del
comando, se vino y le dijo a Jorge Serna, su amigo más querido, que lo
iba a meter a la cárcel para tener la oportunidad de presentar un informe
sobre captura de un individuo por sospecha y aunque Jorge le rogó que no lo
metiera porque estaba muy ocupado arreglando una bicicleta, siempre lo llevó a
la cárcel y cómo no había cometido ningún delito, al poco rato lo soltaron y
una vez estuvo Jorge en la calle se pusieron los dos a tomar trago y a reírse.
¡Ese Pachito era muy charro…!
SAMUEL –Julio y de este almacén ¿qué? Vos te
acordás ¿cuándo y cómo empezó?
Este almacén
Suyo comenzó en 1948 en un local de las Lozanos, donde hoy está el Bar o Cafetería
El Tamarindo. Las Pinedas eran: Pastora, Carmen y Teresita, muchachas que
trabajaban la modistería en su casa que era por la calle del Medio entre el
callejón de la Planta y La Pola y de allá se bajaron para el local de las
Lozanos y allí comenzaron a trabajar. Este edificio donde hoy está el Almacén
Suyo era de Don Andrés Londoño y de mi papá que se llamaba Clemente Barrera y
de esas cosas que a Don Andrés se le propuso vender la parte de él y se la
vendió fiada a Pastora y entonces ella y sus hermanas pasaron el almacén para
esta parte. Pero esto no era así. Aquí había un local para la tienda que era de
mi papá y una sastrería donde trabajaba Horacio Cruz y se reunían todos los
vagos de la Ciudad, al igual que en la sastrería de Múchica. Entonces se
invirtió una plata y se le cambiaron pisos y se le echó la plancha en concreto
y así está como se reformó en ese tiempo, hace más de cincuenta años. Su primer
teléfono era el número 14, si mal no recuerdo, por aquí está todavía. Esto todo
se consiguió por el buen genio de Pastora y gracias a su manera de conversar
que era una persona muy especial. Yo le hacía la propaganda en la emisora
RADIOSERVICIO y para promocionarlo, Pastora me daba algunos artículos como
ollas de aluminio para que los rifara los domingos. Las cosas se fueron yendo y
ve, hasta ahora, todavía estamos aquí. En ese tiempo había muy pocas casas o
negocios con teléfono. Este almacén tenía el número 14 de modo que hasta ese
momento había 14 teléfonos.
SAMUEL — Julio, ¿y de la fábrica de refrescos
SABORA qué?
JULIO: Éramos un grupo de amigos que no
sabíamos qué hacer con esa situación de desempleo que había en ese tiempo. Ahí
estábamos Horacio Vargas, Benjamín Vargas y otros que no recuerdo, medio
pudientes y apareció Otoniel Urrego, que andaba en muletas, con una fórmula
inventada por unos alemanes para preparar refrescos. Entonces compramos ollas
de aluminio, mecedores, coladores y demás recipientes necesarios. El polvo para
dar el color y el sabor nos lo vendían los alemanes esos y nosotros comprábamos
el azúcar y preparábamos el refresco que podía ser parecido a la
cartarroja, a la limonada o a cualquier otro sabor y le poníamos el nombre. Yo
era el catador, es decir, el que decía al trabajador que lo preparaba, pónganle
más azúcar o menos azúcar, un poco más del polvo ese o un poco menos y así.
Benjamín Vargas compraba al por mayor el azúcar en Medellín. Tomamos en
alquiler una casa, tuvimos varios trabajadores como ocho o diez y todo
marchaba muy bien, pero llegó el momento en que una fábrica grande de refrescos
de Medellín no permitía que a Benjamín le vendieran el azúcar por bultos, sino
por libras y hasta ahí llegamos, porque carecíamos de esa materia prima. Se
acabó la producción de SABORA y todas esas ollas y demás las guardamos en la
pieza donde yo guardo chécheres como te he contado. Esa fabriquita
funcionó a finales de los años cincuenta o comienzos de los años sesenta y ocupaba
especialmente muchachas, no recuerdo bien cuántas.
SAMUEL – Hombre Julio, en esta casa donde has
vivido, tenías el taller de radios, proyectabas películas, hacías
transmisiones, tertuliabas con tus amigos, hacías de todo. ¿Te ocurrió algún
caso especial?
JULIO, – No, todo era muy normal. Me llamó mucho la
atención fue una vez que se le cayó un ojo a la Virgen de la Soledad de la
Catedral y estaba muy encima la semana santa, entonces las encargadas de la
imagen que eran unas señoras de la Calle de la Amargura, entre ellas Doña
Teresita Patín, vinieron donde mí y me dijeron que si me podían traer la Virgen
para que yo le pegara el ojo, pero que tenía que quedar en cierta forma, como
mirando para el cielo. Yo les dije que sí y entonces me la trajeron y yo en las
horas de la noche y poniéndole una pega que se usaba en ese tiempo jodí y
jodí hasta que al fin le coloqué el ojo tan preciso que no se notaba que se
hubiera despegado. Al otro día vinieron, observaron la virgen, dijeron que el
ojo le había quedado perfecto, me preguntaron cuánto me debían y les dije que
nada. Misia Teresita se fue tan contenta que al final me dijo que la Virgen me
pagaría y que me encomendaría en sus oraciones de esa Semana Santa a la
Soledad, como si yo fuera muy creyente, pero de todas maneras le dije que le
quedaba muy agradecido por sus ruegos.
SAMUEL – Julio, ¿fuera de Antioquia y Medellín,
conocés otra ciudad?
JULIO, – Yo conocí a Medellín por allá en mil
novecientos treinta y siete, esto es cuando tenía catorce años. Me fui con una
tía, hermana de mi papá, en el carro lechero. Salimos a las seis de la mañana y
llegamos al transporte de Medellín a las doce y media del día, más empolvados
que el Diablo. Demoramos tanto porque ese carro tenía que ir primero a
descargar la leche por ahí cerca al Rio Medellín. Nos quedamos como dos o tres
días en Medellín y de ahí nos fuimos en tren para Puerto Berrío y luego
seguimos en barco por el Rio Magdalena hasta Barranquilla donde teníamos una
familiar. Ese barco se llamaba El Atlántico. Allá nos quedamos como dos o
tres meses y en este tiempo pasamos a Cartagena donde estuvimos como tres días.
Allí me bañé en el mar y vi que era mejor que en Barranquilla. Aquí nos
quedamos unos pocos días y me comí unos pescados fritos deliciosos. Yo no había
llegado a comer pescados tan sabrosos. Lo mismo que la alimentación en el barco
que era una verraquera. Nos volvimos a Barranquilla y de nuevo cogimos barco a
Puerto Berrío. Recuerdo que el rio estaba tan seco, que la embarcación a veces
se pegaba en los bancos de arena y con unas palancas tenían que devolverla para
coger la parte por donde podía navegar. Llegamos a Berrío y de nuevo en tren a
Medellín y luego en el lechero vinimos a Antioquia. No había otra clase de
transporte y estaba prácticamente recién hecho el Túnel de La Quiebra que había
sido inaugurado en mil novecientos veintiocho. Todo estaba comenzando porque la
carretera también estaba recién construida. Nunca más volví a salir por
allá tan lejos.
SAMUEL – ¿Cuánto se demoraba el viaje de Puerto
Berrío a Barranquilla?
JULIO – Eso se demoraba como cuatro o cinco días,
pero subiendo se demoraba más porque se secaba el rio y se presentaban
inconvenientes.
SAMUEL – Bueno Julio, lo mejor es que nos
despidamos ya, estas muchachas están moviendo esa registradora en señal de que
se quieren ir a descansar. Nos vimos… Tengo que contarte algo….
Hasta pronto, amigos…
La barca cautiva
De nuestra página hermana http://santafedeantioquia.net, extraemos una nueva crónica de nuestro querido amigo y compañero del Centro de Historia, don Samuel Aguinaga. Como recordaran, Samuel presenta al escrutinio público, cada vez que le provoca, el periódico El Bienmesabe, en el que nos regala las mejores crónicas sobre historia local. Esta vez, se despacha Samuel con la historia de la barca cautiva que construyó el ingeniero Enrique Hausler en el Paso Real, en la ciudad de Antioquia.
Con su humor característico y desenfado para escribir es ésta una lectura inevitable.
Con su humor característico y desenfado para escribir es ésta una lectura inevitable.
LA BARCA CAUTIVA
“La cultura no se vende, se regala”
Por: Samuel E. Aguinaga Alcaraz, en El Bienmesabe.
Según estudios de Don Bernardo Martínez Villa, en
la Revista Antioquia Histórica Nro. 11 y 12 de Julio a Diciembre de 1974, uno
de los europeos que vino a Medellín procedente de Alemania en 1835, fue Don
Enrique Hausler, conocido como Míster Aila, sin ser ni míster ni aila. Este
ciudadano llevó a cabo en esta capital la construcción del puente Colombia
sobre el río Medellín; luego construyó el puente que comunica a Rionegro con
San Antonio de Pereira; el de la quebrada Doña María en Itagüí y el viejo y famoso
puente de Guayaquil, obra amenazada por un alcalde que se las tiraba de
progresista y moderno. Recordemos que por aquellos tiempos, no había puente en
el Paso Real, sino que el cruce del río se hacía en las llamadas balsas o
canoas que rudimentariamente hacían ciertas personas expertas en el manejo de
estos trabajos. Sobre el punto, sigue anotando Don Bernardo: “por concesión
especial del gobierno del doctor Ospina, el Sr. Hausler fue encargado de la
construcción de la barca en el río Cauca, precisamente en el punto denominado
Paso Real, lugar que conduce en seguida a la ciudad de Robledo. Por tal
circunstancia se trasladó a esta ciudad donde estableció su sede de operaciones
con singular empeño. De una bella descripción que hizo don Eladio Gónima (Juan)
el autor de “Teatro de Medellín y Vejeces”, relacionada con un viaje realizado
por él a Antioquia y publicado en el número 31 de “La Miscelánea de Antioquia”
el 26 de marzo de 1857, copiamos lo siguiente, referente a la barca del Paso
Real: “Pasé este río en la barca que construyó para este objeto el inteligente
señor Enrique Hausler, que a verdad es un beneficio inmenso para todos los que
tienen que hacer la travesía de este río. El mecanismo empleado para el pasaje
de la barca es sencillísimo i se reduce solamente a esto: hai un grueso cable
que atraviesa el río i que está asegurado de lado i lado de fuertes pilares; de
este cable pende una garrucha de metal con la cabida suficiente para que pueda
correr libremente por el cable; tiene en el otro extremo que queda libre una
argolla también de metal por la que pasa una cuerda delgada que puede tener
veinte o veinticinco varas, la que viene a unirse o a coger la barca por la
proa. Esta cuerda la lleva un hombre i va alargando o acortando según es más o
menos fuerte la corriente del río. Ahora bien, el paso es pronto i facilísimo,
puesto que todo consiste en un pequeño movimiento que se da al timón lo que
hace que la barca ponga una parte de su costado a la corriente del río haciendo
esta que la garrucha vaya rodando sobre la superficie del cable”.
“El beneficio no se reduce en mi concepto solamente al poco tiempo que se pierde aguardando paso sino que en lo sucesivo las desgracias ocasionadas por las malas calidades de las canoas, que por otra parte son poco apropósito para el río, serán, no digo menos frecuentes, sino que cesarán enteramente…”
(este escrito lo transcribí ortográficamente tal cual como está en la revista del Centro) No conozco las medidas que tenía esta barca, pero según lo dice el mismo escrito, era de tales dimensiones, que en ella pasó el Sr. Obispo Joaquín Guillermo González en 1873, cuando venía a tomar posesión de la Diócesis, con todo un séquito completo de sacerdotes y caballeros y la banda de música con su director a la cabeza, todos cómodamente sentados. Desconozco el año en que la hicieron, pero todo indica que fue a principios de la década de 1850, esto es, en 1851 o 1852 y se sabe que prestó sus servicios hasta 1894, más o menos, cuando comenzó a utilizarse el imponente Puente de Occidente, el que fue oficialmente inaugurado el 27 de diciembre de 1895, para que el Sr. Gobernador del Departamento y su comitiva estuvieran en nuestra Ciudad y disfrutaran de la Fiesta de los Diablitos el 28 de diciembre de ese año. Valga mi cuña para que mis paisanos se den cuenta que nuestra fiesta decembrina, que tantas preocupaciones me ha causado, no era cualquier cosa en otros tiempos.
Ese viejo sitio del Paso Real, concretamente el punto donde llegaba el camino que de Santafé de Antioquia conducía hasta las aguas del Cauca, tiene muchas historias. Por ejemplo, en el punto de llegada, a mano derecha bajando, había una ceiba grande. Creo que fue en la década de 1830, no recuerdo bien la historia, un importante hombre de Estado llamado Juan de Dios Aranzazu vino a la Hacienda Obregón y estuvo allí varios meses buscando una mina de oro. Durante ese tiempo hizo buena amistad con una dama de la alta sociedad santafereña llamada LEOCRICIA PARDO y, como todo, cuando menos pensó, estaba enamorado. Sin pensarlo dos veces, le propuso matrimonio, pero ella le dijo que no le aceptaba porque había hecho un juramento desde niña de vivir en soltería durante toda su vida, por amor a la Virgen o qué sé yo. Cosas de blancas, porque hasta hoy, no conozco que ninguna insinuante y seductora negra haga esta clase de promesas.
“El beneficio no se reduce en mi concepto solamente al poco tiempo que se pierde aguardando paso sino que en lo sucesivo las desgracias ocasionadas por las malas calidades de las canoas, que por otra parte son poco apropósito para el río, serán, no digo menos frecuentes, sino que cesarán enteramente…”
(este escrito lo transcribí ortográficamente tal cual como está en la revista del Centro) No conozco las medidas que tenía esta barca, pero según lo dice el mismo escrito, era de tales dimensiones, que en ella pasó el Sr. Obispo Joaquín Guillermo González en 1873, cuando venía a tomar posesión de la Diócesis, con todo un séquito completo de sacerdotes y caballeros y la banda de música con su director a la cabeza, todos cómodamente sentados. Desconozco el año en que la hicieron, pero todo indica que fue a principios de la década de 1850, esto es, en 1851 o 1852 y se sabe que prestó sus servicios hasta 1894, más o menos, cuando comenzó a utilizarse el imponente Puente de Occidente, el que fue oficialmente inaugurado el 27 de diciembre de 1895, para que el Sr. Gobernador del Departamento y su comitiva estuvieran en nuestra Ciudad y disfrutaran de la Fiesta de los Diablitos el 28 de diciembre de ese año. Valga mi cuña para que mis paisanos se den cuenta que nuestra fiesta decembrina, que tantas preocupaciones me ha causado, no era cualquier cosa en otros tiempos.
Ese viejo sitio del Paso Real, concretamente el punto donde llegaba el camino que de Santafé de Antioquia conducía hasta las aguas del Cauca, tiene muchas historias. Por ejemplo, en el punto de llegada, a mano derecha bajando, había una ceiba grande. Creo que fue en la década de 1830, no recuerdo bien la historia, un importante hombre de Estado llamado Juan de Dios Aranzazu vino a la Hacienda Obregón y estuvo allí varios meses buscando una mina de oro. Durante ese tiempo hizo buena amistad con una dama de la alta sociedad santafereña llamada LEOCRICIA PARDO y, como todo, cuando menos pensó, estaba enamorado. Sin pensarlo dos veces, le propuso matrimonio, pero ella le dijo que no le aceptaba porque había hecho un juramento desde niña de vivir en soltería durante toda su vida, por amor a la Virgen o qué sé yo. Cosas de blancas, porque hasta hoy, no conozco que ninguna insinuante y seductora negra haga esta clase de promesas.
Sigamos porque estoy que me reviento de ganas de
salirme del tema: El hombre, muy despechado, arregló sus corotos en su baúl,
que era lo único que había por aquellos tiempos, porque todavía no se usaban
las maletas, y acompañado de un trabajador, a caballo, se vino de Obregón al
Paso Real, donde se cogía la barca para pasar el río y seguir a Medellín; con
tan buena suerte que, al llegar allí, cansado y maltratado por el fuerte calor,
se acostó a la sombra de la ceiba que antes mencioné, mientras venía la barca
del otro lado, y se puso a rumiar sus recuerdos de amor, se durmió y cuando
despertó le dio por descomponer el nombre de su amada así: las cuatro últimas
letras del apellido le dieron ARDO, la primera del mismo apellido unida a la O
del nombre y la R, le dieron POR, y el resto de las del primer nombre le dieron
completico CECILIA y así compuso “ARDO POR CECILIA”. Entonces se levantó, e
hiriendo con su machete o quién sabe con qué la corteza del árbol, escribió
sobre él esa frase, y la ceiba, que con su sombra le había dado protección de
los candentes rayos del sol, comenzó a llamarse la Ceiba del Anagrama. Estuvo
allí plantada hasta la década de 1960. Ignoro si la tumbaron los de la familia
Ruiz que fueron propietarios de esa finca durante muchos años o si debido a los
barrancos que formaba el río al alejarse de la orilla de este lado, se desplomó
y fue a caer al caudaloso Cauca. Dicen que ese hombre, aunque en mi diccionario
Larousse editado en 1903, no figura entre los gobernantes de este país, más
adelante fue Presidente de Colombia. ¡Vea usted lo que nos perdimos por esta
señorita ponerse a hacer votos de castidad! ¡Qué cosas tiene la vida!
Sigamos: A unos cien metros de la casa de mi amigo Roberto Flórez Acevedo, a mano izquierda bajando, se inicia un pedazo del viejo camino del Paso Real, que quedó después de la construcción de la nueva carretera que lleva de esta Ciudad al Puente José María Villa en este sector, enmalezado y abandonado por la falta de sentido de pertenencia que tanto sufrimos los vecinos de esta Ciudad del Tonusco. Por este camino que lleva al Cauca, unos 300 metros más abajo del puente, transitó gente importante y también esclavos durante la Conquista y la Colonia en viaje al centro del territorio Antioqueño o viceversa. Por aquí anduvieron Gaspar de Rodas, José Antonio Moon y Velarde, Obispos, gobernantes y todos los que vinieron o salieron de nuestra Ciudad cuando fue la capital de la Provincia durante más de 241 años. ¡Qué bueno sería recuperar este pedacito de camino que nos queda, empedrarlo, hacerle aceras a lado y lado, colocarle bustos de personajes de nuestra Ciudad al estilo de la Avenida La Playa de Medellín y arreglarlo para que la gente camine y recuerde en vivo y en directo viejas historias como la que he narrado, la del Puente de la Acequia del Llano que es parte del mismo, la de Moon y Velarde, la del Gobernador José Justo Pabón y tantas otras que se guardan en las revistas del Centro de Historia!
Sigamos: A unos cien metros de la casa de mi amigo Roberto Flórez Acevedo, a mano izquierda bajando, se inicia un pedazo del viejo camino del Paso Real, que quedó después de la construcción de la nueva carretera que lleva de esta Ciudad al Puente José María Villa en este sector, enmalezado y abandonado por la falta de sentido de pertenencia que tanto sufrimos los vecinos de esta Ciudad del Tonusco. Por este camino que lleva al Cauca, unos 300 metros más abajo del puente, transitó gente importante y también esclavos durante la Conquista y la Colonia en viaje al centro del territorio Antioqueño o viceversa. Por aquí anduvieron Gaspar de Rodas, José Antonio Moon y Velarde, Obispos, gobernantes y todos los que vinieron o salieron de nuestra Ciudad cuando fue la capital de la Provincia durante más de 241 años. ¡Qué bueno sería recuperar este pedacito de camino que nos queda, empedrarlo, hacerle aceras a lado y lado, colocarle bustos de personajes de nuestra Ciudad al estilo de la Avenida La Playa de Medellín y arreglarlo para que la gente camine y recuerde en vivo y en directo viejas historias como la que he narrado, la del Puente de la Acequia del Llano que es parte del mismo, la de Moon y Velarde, la del Gobernador José Justo Pabón y tantas otras que se guardan en las revistas del Centro de Historia!
Bueno, me salí un poquito del tema inicial, pero ya
muchos saben que este es mi defecto de fábrica y no puedo dejar de ser como
soy. Vuelvo sobre el tema inicial que es la Barca Cautiva, para terminar,
diciendo lo siguiente: Estuve en Jericó y Jardín y en ambas ciudades hay un
aparato que me parece que se llama teleférico para subir y divisar la parte
urbana desde lo alto de la montaña. Por allá en un pueblo del departamento del
Quindío llamado me parece que Salento, hicieron cantidad de escalas, más de
doscientas para subir a ver una cañada donde dicen que crecen muy bonitas las
palmas de cera, pero yo estuve allá y no vi nada, no hice más que cansarme
todo. No soy visionario, pero me parece que si una empresa como Naturaventura
construyera una barca cautiva imitando la que hubo en otros tiempos, la situara
frente al viejo camino del Paso Real y la dedicara al turismo, con alguien que
contara la historia que dejo narrada, sería un atractivo para los visitantes,
quienes cancelarían gustosos por pasar el Cauca en esta embarcación, como
disfrutamos mi hijo mayor y yo cuando en un planchón pasamos el Cauca en
Magangué en viaje de paseo a Mompox. Hablando con un señor de Montenegro,
población del Quindío, me decía: por aquí con lo que ustedes tienen en Santafé
de Antioquia, como el Puente de Occidente, las iglesias y el sector histórico,
haríamos hasta para vender, porque nosotros sí sabemos sacarle plata al
turismo… Ustedes no aprovechan nada de lo que tienen. Creo que tenía y tiene
razón este paisa.
Antioquia Histórica, número 75
Presentamos hoy el número 75 de nuestra revista, correspondiente al año 2016. En ella, tuvimos el triste encargo de despedir a dos de nuestros miembros, quienes nos abandonaron momentáneamente en esta vida: Raúl Aguilar Rodas y Jorge Gamboa Rodríguez se nos han adelantado en el camino.
Cuatro interesantes artículos, de muy diversa factura y tema, pero unidos por la pasión de la historia, componen este número. Esperamos que los disfruten.
(Hacer clic en la imagen para verla o descargarla.)
Cuatro interesantes artículos, de muy diversa factura y tema, pero unidos por la pasión de la historia, componen este número. Esperamos que los disfruten.
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